jueves, 25 de junio de 2009

"Yo maté a Adolf Hitler": amor y odio

John Arne Saeteroy es un noruego conocido en el mundillo del cómic bajo el seudónimo de Jason, nacido en 1966, se hace conocido el 2002 por obtener un premio Harvey al autor revelación, sin embargo, son dos reconocimientos a la obra Yo maté a Adolf Hitler los que hacen que su nombre circule como valiosa moneda, por lo menos en la internet: un Eisner el 2008 (galardon del cómic que se compara habitualmente con los oscars, pero que en mi opinión merece mucho más respeto que la estatuilla hollywoodense), y la elección como uno de los mejores libros del año por Publishers Weekly (prestigioso ranking europeo) el 2007. Pero bueno, como siempre puede ser que los reconocimientos y premios no signifiquen mucho, pues en general llegan un poco tarde cuando no son inmerecidos, afortunadamente no es el caso de Jason. Porque a pesar de haber leído sólo tres obras de él (¡CHHHT!, Espera... y la que ahora me impele a escribir), se me hace que esta última, la más reconocida (por ahora), es la que más se deja leer, porque las anteriores están marcadas por el silencio, el blanco y negro y la claustrofobia: elementos a los que no esta acostumbrado el lector de cómics en general, por lo tanto requieren más de una lectura (algo a lo que tampoco esta acostumbrado el lector de cómics en general), y es que hay que tener presente que el talentoso noruego este, se mueve en un circuito underground, lo que significa: no-superheroes, no-editoriales megaindustriales y si-un estilo personalisimo en cada página, viñeta, dibujo y trazo.
La pregunta lógica en este momento es ¿de que va? Yo maté a Adolf Hitler, pues va de una época en que los asesinos a sueldo son legales y permitidos en la sociedad, o sea que si te cae mal alguien, te llevas mal con tus hermanos, ya no amas a tu esposa y no sabes como deshacerte de ella para irte con tu amante, o tu vecino gusta de escuchar música con el volumen al máximo a las horas más intempestivas; por unos cuantos morlacos un sicario le pone fin al suplicio. Así de simple, limpio y fácil. El protagonista de la obra, un asesino sin nombre (ningún personaje lo tiene) se debate entre su oficio o el amor por una mujer. Así pasa el tiempo hasta que llega un señor a su despacho que quiere matar nada más, ni nada menos que a Adolf Hitler, utilizando una máquina del tiempo que demora cincuenta años en cargarse, y alcanza para un sólo viaje ida y vuelta. A simple vista la trama no puede ser más tópica, sin embargo como ocurre en esto del arte de contar historias, lo esencial, la médula de la cuestion es como la cuento. Y en este sentido Jason se me aparece como un narrador estéticamente paradójico, pues por una parte utiliza un trazo de líneas claras, con el que es capaz de marcar la profundidad de cada viñeta debido a los ángulos y posiciones de los personajes (si esta de medio lado, de lado, de frente, etc.) algo que no es fácil dada la uniformidad de sus físonomias. Además la composición de las páginas no varia un ápice en las 48 que conforman la obra; utilizando una retícula (palabra que designa la composición de una página de acuerdo a un número uniforme de viñetas) de 4x2 (o sea, ocho viñetas por página distribuidas en dos columnas de cuatro viñetas). Y si esto no es poco, también esta el uso de figura antropomórficas, especialmente canes (constante en prácticamente toda su obra), estilizadas y sutilmente humanizadas, y es que Jason no usa muecas o gestos marcados en sus personajes, una gota de sudor o un primer plano manteniendo el mismo gesto le bastan narrativamente para materializar emociones profundas y complejas. Estos tres elementos antes mencionados; el trazo, la composición de página y el uso de figuras antropomórficas, es constante, repetitivo y redundante. Sin embargo lo maravilloso es que teniendo estos marcos, al interior de los cuales desarrollar su obra, Jason le inyecta página a página un dinámismo itinerante, en tan sólo tres viñetas nos despliega un sueño, en cinco un viaje en el tiempo, en una página un veloz montaje dónde se nos expone el ritmo de vida del personaje. Y ya ni hablar de las elipsis, que son marca de fábrica de un autor que es consciente, de que si bien el cómic es un arte visual, la magía esta en no mostrarlo todo, a veces no mostrar casi nada.
Por otra parte el argumento desplegado por Jason, si bien suena a tópico como antes dije, su desarrollo lo dota de una originalidad aplastante, idea que recalco porque la pregunta ¿que pasaría si alguien hubiera matado a Adolf Hitler? esta tremendamente desgastada y trabajada a partir de una infinidad de lugares comunes caracterizados por un uso excesivo del nazismo esóterico y mésianico. En Yo maté a Adolf Hitler, Jason delinea un mundo tremendamente cotidiano, en el que la crueldad y la banalidad de los seres humanos es llevada al límite ante la facilidad para poder despachar a alguien al otro mundo, no hay espacio para las emociones y sentimientos, por eso nuestro protagonista no puede ser asesino y estar con la mujer que ama al mismo tiempo. En este sentido es perturbadora la sencillez narrativa , con respecto a la crueldad expuesta; no hay escenas excesivas ni hiperviolentas (algo a lo que los medios masivos nos tiene acostumbrados), un sólo y certero BANG! retumba en cada viñeta como el más despiadado de los actos, en aquel fondo de líneas claras y tonos pasteles (notable es el coloreado de Hubert). En este mundo es donde la posibilidad de matar a Adolf Hitler, se convierte en una forma de erradicar la maldad, de hacer del mundo un lugar menos cruel, borrando de la historia al mayor de los verdugos, antes de que ocurra la segunda guerra mundial, es la cuestion acerca de si se puede borrar el mal radical, el crimen absoluto. Esta es la gran pregunta que se hace Jason, haciendo malavares con nociones, que para algunos son dogmas como la ucronía y la distopía. No es mi intención, tras la lectura, dar una respuesta, sólo me gustaria subrayar que si en sus obras anteriores la instrospección y la reflexión eran elementos constitutivos de una ética, en Yo maté a Adolf Hitler es la acción el motor de los cambios.
Parafraseando a alguien por ahí no puedo dejar de decir, que obras como esta hacen grande al cómic.

1 comentario:

Anónimo dijo...

hay una duda, q genera esto q se leyo...

adolf fue el mayor verdugo??

ya esta muerto. la miseria sigue ^^
paradoxxxxx.
y el mal acaso no?

agustinooo les manda energias de (L)...(K)