sábado, 14 de febrero de 2009

Gantz


Hace ya un año (siento ser tan vago, la seguridad del tiempo pasado no es mi religión y fuerte), descargué veintiún tomos de un manga llamado Gantz, desde ese instante hasta ahora, por fin, he terminado de leerlos. Debido al tiempo transcurrido se podría pensar que la lectura de Gantz se me hizo pesada, una lata y una obligación, no se podría estar más equivocado.
Gantz es obra de Hiroya Aku (1968), mangaka cuyo trabajo “es de fácil y breve enumeración”: Hen, Zona Cero, Me~teru no Kimochi, además de, claro está, Gantz. Otro punto a resaltar en la carrera de Aku es la invención de lo podríamos llamar “la trayectoria trazada por los pezones”, técnica que sirve para indicar el movimiento de los pechos.
Y bueno ¿de qué diablos va Gantz?
Simple: Kei Kurono, un adolescente, en plena etapa del “ganzo”: inmerso en la cultura pop japonesa, individualista, enajenado, cobarde, flojo, somero, pajero, se encuentra placidamente esperando el metro en un andén de su ciudad (Tokio), cuando, al mismo tiempo de reconocer a un ex compañero de básica, Masura Kato, un sujeto ebrio cae a las líneas del metro. Frente al peligro que corre el ebrio en un andén lleno de gente, reflejo de una sociedad salvadora de su propio culo, que no hace nada por ayudarlo (quizás esta escena sea una exageración, pero ésta es la primera de un festival de exageraciones y, permítanme adelantarme, en la exageración está todo el placer de Gantz), sólo el joven Kato, en un impulso de segundos, se arroja para ayudar al vagabundo tirado. Como éste no reacciona y, frente a la inminente aparición del metro en el andén, Kato reconoce (en otro segundo eterno y revelador) a Kurono, pidiéndole inmediatamente su ayuda. Kurono (gantziando, es decir, como buen hijo de la sociedad) intenta hacerse el “ganzo”, pero la presión social (gantziando otra vez) le lleva a prestar ayuda a Kato. Como era de esperar; los jóvenes salvan al vagabundo ebrio, pero ellos son alcanzados por el tren expreso y, lógico: los trozos de carne y sangre, tanto de Kei como de Kato, saltan de las viñetas, iniciando lo que será un certamen de excesos de sangre, mutilaciones, sexo, tetas, chuchadas, mierdas, balas, armas, sujetos de la puta madre, minas de la puta madre y, claro (sé que esto se ha leído y se leerá en cualquier texto que tenga relación con Gantz), más tetas, más sangre, más descuartizamientos.
Complejo: luego de morir, supuestamente, gracias a su buena acción, Kurono y Kato deberían ir al cielo, revivir en una forma superior o una de esas tantas patrañas de después de la muerte, pero estos sujetos son trasportados a una habitación de hotel en Tokio, donde se encuentran con otros sujetos y una bola negra (Gantz), luego de intentar algunas explicaciones del tipo reality, película de ciencia ficción, terror o ambas juntas (¡gran mezcla! que resume en sí lo que es Gantz), se dan cuenta que están totalmente muertos y, lo peor de todo, es que Gantz, sin pedir “por favor”, les manda a matar unos supuestos extraterrestres donde el lema será: “matar para vivir o morir matando”.
Así la cotidiana vida de Kurono se derrumba, ya no se trata de vivir o morir, se trata de sobrevivir, es decir, situarse y ganar conciencia, de un espacio indeterminado, intermedio. La dualidad vida/muerte es rota en Gantz, la pieza del hotel es ese espacio al centro (quizás esté en otro lugar), esa fractura donde la supremacía de un valor sobre otro puede ser invertida. A medida que avanzamos en la lectura de Gantz, se vuelve imposible reconocer quién diablos es el extraterrestre, quién es el cazador, quién es el humano, quién es el amor, quién es el orden o incluso, avanzando un poco más, es complejo dilucidar qué es lo que separa a Gantz y la habitación del hotel del mundo exterior: la ciencia ficción/terror consume la realidad y viceversa. Es, precisamente, en este espacio donde Kurono inicia su viaje cognoscitivo y evolutivo.
Sin lugar a dudas, Gantz es un gran manga, con un dibujo exquisito, quizás se pueda reconocer de vez en cuando vacíos en el guión (Gantz es manga aún abierto), pero estos vacíos son esos sabrosos espacios indeterminados. Los excesos, ya enumerados, son una explosión de divertimiento pero, a su vez, son el método sin el cual (puede resultar lógico) la magia de Gantz no resultaría; ya que es en el exceso donde los espacios críticos, intermedios, subversivos, explotan, impregnándonos de sangre, carne y tetas, revolucionarias.
Pd: De este manga se hizo una seria de anime que, con cueá, alcancé a ver un capítulo: ¡mala la weá!

1 comentario:

Anónimo dijo...

wena la resaña, por dos cosas: Buenos argumentos y entregaste tu visiòn de la obra que es muy vitalista, puta que tengo ganas de leerlo, aunq soy malo pa leer comics del computador (Por eso gasto plata en weas y me compro zapatillas cada cuatro años!). Te falto decir que es un manga que usa muchas técnicas digitales.
saluos!