miércoles, 9 de junio de 2010

Leyendo a Bisama


Falta poco para que el nuevo libro de Bisama: Estrellas muertas, aterrice en librerias, y en Letras Libres le dedican un artículo donde es leido como se merece, y no con un montón de prejuicios rídiculos, propios de un lector superficial, como lo hacen por estos pagos. Abajo un extracto del artículo escrito por Mauricio Montiel Figueras.

"Justo con un estallido, el de una bomba colocada en un restaurante de Santiago, inicia Caja negra, cuya trama se fragmenta en esquirlas que vuelan en distintas e insólitas direcciones donde confluyen un rockero japonés que desaparece misteriosamente –la desaparición como fuga metafísica es una de las preocupaciones de Bisama–, un productor de cine trocado en terrorista, unos gemelos que dirigen películas de culto, una estrella de glam rock y un autor de novelas policiacas dispuesto a revelar el mundo que acecha “detrás del lenguaje. Las palabras ocultan ese mundo. Sólo tachándolas se puede entrever el mecanismo. Es un mundo [...] desencajado, inenarrable [...] pero no lo vemos porque las palabras lo tapan”. La fragmentariedad también está presente en Música marciana, donde un viejo ex drogadicto narra la vida y enigmática muerte o desaparición de sus catorce hermanos para ilustrar con nitidez los versos de Enrique Lihn citados en Caja negra: “Una condensación de absurdos personajes, algo como el horror de un álbum de familia.” En ambas novelas se dibuja asimismo la figura de un patriarca elusivo: en Caja negra, Samuel Mori se esfuma sin dejar huella luego de convertirse en fan de las cintas de sus hijos; en Música marciana, el pintor surrealista que funge como trasunto de Roberto Matta hace de sus gafas oscuras un parapeto que lo defiende de su vasta progenie (los dos patriarcas, aún más, comienzan el exilio en travesías marítimas que se complementan: Mori viaja de Europa a América mientras que el trasunto de Matta emprende el trayecto inverso). En ambas novelas campean las críticas a la identidad chilena: “Hablamos en chileno, en esa habla informe que persigue, que acosa a las otras como si fuera un monstruo, una personalidad escondida” (Caja negra); “Despreciaba de su país de origen [esa] medianía que por momentos se transformaba en locura, en puro miedo cerval al abandono, en una versión lamentable de la pena” (Música marciana). Ambas novelas concluyen con estampas líricas de un apocalipsis que amenaza un territorio “donde los habitantes hablan una lengua que enuncia el mal mejor que ninguna”.

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